miércoles, 15 de septiembre de 2010

IRISH BLESSING

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Cerré los ojos y sentí el viento frío y húmedo, del cual ya mucha gente se había resguardado. Sin duda venía del Atlántico Norte.
Sentado en esa verde lomada, mis pies se sentían libres y alegres de estar otra vez en casa.
Mi mirada no tenía fin, podía ver hasta el horizonte dibujado por una mano maestra.

Hogar, dulce hogar.

Cada poro de mi piel se erizaba oyendo las gaitas que poetizaban mi estadía en ese paraíso. Lloré de alegría al estar donde alguna vez estuve. Lágrimas de purificación que me hacían sentir VIVO, FELIZ.

El pan recién hecho en una mano, la madre naturaleza en la otra,
¿Que voy a hacer, con tanto cielo para mí? Me puse a andar...
El paisaje se abría; bajo mis redimidos pies, la tierra me acariciaba y me bendecía. Respiraba el aroma a lo limpio, a lo único. Cada nota que sonaba me hacía llorar más. No quería dejar de ahí.

Era donde tenía que estar.

La bofetada más cruel la recibí junto al cartel "connect to Power".
Abrí los ojos y vi que mis lágrimas eran reales. Y seguía estando en ese banco de madera, en ese luminoso, ruidoso e unipersonal Abasto, a miles de kilómetros de donde está mi alma.

¿Ma pos' ora?

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2 comentarios:

Damián dijo...

que tema cuando uno está a miles de kilómetros de donde su alma, no?

Muy lindo che, un abrazo!

PD Los Piojos te perdonan el plagio parcial jeje

Maru dijo...

No se saben cuántos son, pero entre ellos se reconocen: guardan ensoñaciones y trémulos suspiros en frascos del cristal más frágil. Es la historia de quienes viven con el alma escindida. Es la historia de quienes sabemos que no pertenecemos.